danzantes oaxaqueños

Las danzas han sido procedimientos rituales de la religión y de la magia para propiciar y dominar la voluntad de las potencias misteriosas. Fernando Ortiz El movimiento tiene la virtud de elevar la conciencia e identificarnos con el espacio infinito. El sonido interno de las esferas metálicas propias de la cultura china no es otra cosa que la aproximación rítmica al equilibrio que guarda el movimiento de las estrellas. Al danzar, los seres humanos buscamos las fuerzas mágicas, la posibilidad de realizar los sueños, de comunicarnos con las fuerzas ocultas, interpretar la memoria histórica e incluso prevenir los acontecimientos futuros. El baile y la danza han significado también la terapia colectiva para los momentos más álgidos de la historia, con este sentido es que se danza para propiciar la lluvia, la buena caza, el triunfo en la guerra, la fertilidad, dar la bienvenida a los recién nacidos y despedir a los muertos. Los bailes y danzas de la Costa Sur del Pacífico mexicano tienen raíces universales, ya que conjugan la experiencia cultural de indígenas, españoles y negros reunidos por los acontecimientos históricos en esta región. Se cuenta con múltiples relatos y descripciones de estos bailes; algunos se refieren a la seducción de su contenido y otros al ritual que los requiere. La danza es el clímax de la fiesta del pueblo, con ella se transforma su voluntad en movimiento. La historia de la danza en México nos ha sido legada en documentos y objetos artísticos que datan de hace más de tres mil años. Sus representaciones se han encontrado en todo el país desde los hallazgos de Tlatilco (1400 a.c.), donde aparecieron figurillas de barro que representan bailarines con máscaras, sonajas en las manos y cascabeles en las piernas; los códices Borbónico y de Tlatelolco; los testimonios de los cronistas del siglo XVI: Sahagún, Durán, Motolinia, Mendieta, Torquemada y Landa. Los conquistadores y colonizadores trajeron también sus bailes a la Nueva España, transformando aquellas danzas referentes a los Caballeros Águila y Caballeros Tigre en las de Moros y Cristianos, entretejiendo así la "hermosa trenza dorada" de la danza mexicana junto con nuestra tercera raíz venida de África. En la historia de la danza en México encontramos que los académicos, intelectuales y artistas han jugado un papel muy importante al encabezar el rescate y la consolidación de las más diversas manifestaciones de las danzas, sones y jarabes. De forma similar en las comunidades de Oaxaca, los consejos de ancianos, los cabildos, las autoridades municipales y todos los personajes caracterizados al interior de los pueblos, se han preocupado por mantener las tradiciones y costumbres que tienen que ver con las danzas, bailes, sones y chilenas; porque todo esto es una manera de preservar la identidad, de identificarse con un lugar y una historia, de saber quienes somos "los verdaderos nosotros". Se sigue realizando este Festival Costeño de la Danza con el propósito de dar a conocer una parte de las manifestaciones dancísticas de la costa. No hubiera sido posible sin la unión de muchas voluntades: de los pueblos participantes, de los grupos de danza de los mismos, de las asociaciones civiles, de los prestadores de servicios turísticos de Puerto Escondido y de los gobiernos municipal, federal y de los estados de Guerrero y Oaxaca. Que sirva este documento como una constancia de reconocimiento para todos. Margarita Dalton LA COSTA DE OAXACA Adentrarse en tierras oaxaqueñas es penetrar a un espacio donde las montañas son el mundo dominante. Sin embargo, la entidad cuenta con ocho regiones bien definidas geográficamente: los Valles Centrales, la Sierra Norte, la Sierra Sur, el Istmo, la Mixtec a, la Cañada, la región del Papaloapan y la Costa, las cuales presentan características muy propias atendiendo a su composición étnica, actividad económica y recursos naturales. La región de la Costa en Oaxaca comprende los distritos de Jamiltepec, Juquila y Pochutla. La región costera de Oaxaca debe su nombre al litoral marítimo que corre desde el límite con Guerrero hasta poco antes del Istmo de Tehuantepec. Pero la llanura costera tiene un contorno muy irregular debido a que la Sierra Madre del Sur se acerca mucho al litoral, y sus contrafuertes la cortan formando tres microzonas planas y una de lomeríos situada en el extremo oriental de Pochutla. En el distrito de Jamiltepec se observa una amplia zona de lomeríos que sirven de transición a las partes serranas situadas más al norte, pero en Juquila y Jamiltepec no hay tal transición, y la sierra deja muy escaso margen a la llanura costera. La vegetación natural en los lomeríos es de selva mediana subcaducifolia secundaria, mientras que en la llanura se observan tanto la vegetación propia de las dunas costeras como palmares, manglares y pastizales. En la sierra predomina el bosque mesófilo y, en las partes más altas, el bosque de pino-encino. El clima húmedo y la riqueza hidrológica hacen que los suelos de la región sean de gran fertilidad. En toda la región se realizan cultivos de temporal, sobre todo de maíz, pero también se cultivan el cacahuate, la sandía, el chile, el frijol, el ajonjolí y otros productos en menor escala. De los bosques de la zona serrana se obtienen pino y, en menor grado, maderas tropicales corrientes y finas. En los distritos de Juquila y Pochutla es significativo el cultivo de café, mientras que en las zonas bajas se producen limón y coco a nivel comercial y mamey, nanche, mango y papaya para consumo local. La etnia más numerosa de la región es la mixteca, y se concentra principalmente en el distrito de Jamiltepec, donde también habitan grupos importantes de tacuates y negros. En el distrito de Juquila se ubica la etnia chatina, y en Pochutla habitan zapotecos. Sin embargo, la mayor parte de la población es mestiza. En el distrito de Jamiltepec destaca la ciudad de Pinotepa Nacional con una población superior a los 20,000 habitantes, siendo el núcleo económico de la zona; su industria es incipiente y se refiere principalmente a establecimientos para obtener aceite de limón y a los aserraderos, además de concentrar la comercialización regional de ganado vacuno. Otras ciudades importantes de la zona son San Pedro Pochutla y los centros turísticos de Puerto Escondido y Santa Cruz Huatulco. Las actividades preponderantes de la población ocupada son la agricultura, la ganadería y la pesca, que en conjunto captan al 66%. Varios ramos le siguen en importancia: manufacturas (5.4%), construcción (3.4%), comercio (4.8%), transporte y comunicaciones (1.9%), administración pública (2.5%) y servicios turísticos (2.9%). Con menos del 1% están las actividades relacionadas con la extracción petrolera, electricidad y agua, servicios financieros y servicios profesionales técnicos. El perfil cultural de la Costa es variado, y manifiesta una enorme riqueza en las áreas de danza, música y artesanías textiles. Las principales labores artesanales son huipiles, enredos o pozahuancos, servilletas y hamacas. Tanto las danzas indígenas y negras como los bailes mestizos (chilenas de Pinotepa y sones de Pochutla, principalmente) desbordan ritmo y colorido. La combinación de los diversos componentes culturales de la región nos brinda una gran variedad de expresiones de carácter místico-religioso o profano, practicadas y conservadas como un importante elemento de identidad cultural de la región. LA DANZA EN LA COSTA La cultura es una capacidad humana por medio de la cual se trasciende a través del tiempo y del espacio. Tal capacidad puede manifestarse en múltiples formas: la sociedad, la política, la religión, la economía o el arte. La danza es un arte de singular belleza, acompañarlo de música y significado para hacer una pieza dancística ha encontrado muchas formas de expresión a lo largo y ancho del mundo. La música y la danza son dos de las manifestaciones de la vida humana que mejor reflejan las expresiones externas de una cultura, los sentimientos religiosos y los perfiles étnicos y sociales de un pueblo. La danza es el ritmo percibido visualmente, y nació de la observación de que el ritmo mismo es el elemento fundamental del movimiento universal: el cosmos se encuentra en constante movimiento rítmico. Desde galaxias y planetas hasta el funcionamiento del cuerpo humano, el ritmo aparece constantemente gobernando el movimiento y la vida. Ésta también sigue un ciclo rítmico de nacimiento, juventud, madurez, vejez y muerte. México tiene una enorme tradición dancística con cuatro principales elementos de constitución: los tres grupos étnicos de los que surgió y las influencias de otras culturas con que ha contactado. Estos elementos son, en primer lugar, la supervivencia de los fundamentos culturales prehispánicos; en segundo, la influencia española ejercida a partir de la Conquista, permeada a su vez por elementos del resto de europa, además de modelos árabes y africanos; en tercero, los elementos culturales de los pueblos africanos que fueron introducidos durante la época de la Colonia, principalmente a las zonas costeras; por último, en forma indirecta, la influencia de países antillanos y sudamericanos, del sur de los Estados Unidos de América y algunos países europeos que tuvieron una intervención, directa o indirecta, en la historia de México, fundamentalmente Francia, Inglaterra y Austria. En las fiestas mexicanas, en una mezcla de tradición cristiana e indígena, se perciben una serie de elementos que muestran toda una cosmovisión, es decir, una forma de ver al mundo, de entenderlo y de rebelarse contra él y contra la sociedad en que se está inmerso. La danza es una de las formas de expresar esta visión del mundo y de rendir culto a lo inexplicable. El tiempo indígena aparentemente se determina según las fiestas católicas, sin embargo, el catolicismo es rebasado por las tradiciones culturales de los pueblos indios que van mucho más allá de la evangelización cristiana y de la conquista cultural y social que pretendieron imponer los españoles. Así, los indígenas no renunciaron a sus creencias y costumbres, éstas se infiltraron en las nuevas que se introducían, dando lugar a una suigeneris forma de expresión que mantuvo las raíces indígenas pero mostraba las influencias de los conceptos artísticos, filosóficos y morales que impusieron los europeos. Las nuevas formas de expresión se manifestaron en algunos campos con mayor claridad que en otros. La música y la danza fueron afectadas primeramente; la guitarra y otros instrumentos de cuerda y viento fueron rápidamente adoptados por los indígenas, y estos instrumentos se utilizaron asimismo en el desarrollo de la música y danza mestizas. Los evangelizadores cristianos vieron en las danzas un instrumento de gran utilidad para sus fines e intentaron incorporarlas como una más de sus herramientas, impregnando los elementos culturales autóctonos de los conceptos cristianos. De esta manera, el combate entre Caballero Tigre y Caballero Águila fue sustituido con elementos nuevos, como la pugna entre moros y cristianos en que la intervención de los santos ayudaba a combatir a los enemigos de la fe católica. Tal mezcla de elementos produjo un sincretismo sin par que conserva elementos cristianos y no cristianos en una amalgama sorprendente de valores estéticos y morales. Y al singular resultado que produjo el fenómeno histórico de la Conquista, se le combinó además la herencia cultural de los negros africanos que fueron traídos a América como mano de obra esclava. La fuerza de las ejecuciones dancísticas y el ritmo inigualable de los africanos le dieron matices únicos a las danzas costeñas, ya que fueron las costas los lugares principales de su asentamiento. Aunque las danzas de la Costa son mayoritariamente indígenas, las influencias europea y africana son evidentes. A veces, aunque la melodía sea de raíz prehispánica, está interpretada con técnicas e instrumentos europeos o con ritmos africanos y antillanos. Los elementos constitutivos que se han mencionado y las variaciones inevitables que el tiempo y la gente incorporan a las manifestaciones culturales, han hecho que las danzas en la actualidad hayan variado su estructura en la forma, pero en la mayoría de los casos mantienen intacto el fondo. Como muestra del profundo sentido que aún conservan las danzas y las fiestas en muchas regiones de México, éstas no constituyen un motivo de descanso y recreación sino, por el contrario, la actividad se intensifica y la gente aporta su tiempo, trabajo y dinero. La preparación de una fiesta patronal dura un año entero, durante el cual se consiguen los recursos para festejar de la mejor manera posible al Santo Patrón bajo cuya protección se vive y trabaja. La responsabilidad de la fiesta descansa en un grupo o un individuo. En el primer caso se forman comités especiales (mayordomías) para la organización de una fiesta. Entre los vecinos del pueblo se encargan de adornar calles y plazas, preparar comida suficiente para la población y sus visitantes, y pagar a músicos o danzantes cuando no hay en la comunidad. En otras ocasiones toda la responsabilidad de la fiesta recae en un sólo individuo (mayordomo), para quien es un honor del que habrá de obtener un prestigio ante la comunidad en caso de cumplir adecuadamente con el compromiso. Las danzas de la Costa Oaxaqueña son más que un simple motivo de esparcimiento, significan un acontecimiento social importante y poseen, además, un profundo sentido mágico y religioso. El danzante no baila para su diversión o la del público: sus danzas son una plegaria que invoca el apoyo de las fuerzas superiores, que él considera dominan al mundo, para demostrar devoción y respeto a la divinidad. En muchas danzas populares de la región encontramos similitudes y constantes que las diferencian de expresiones culturales de otros lugares. Una de esas constantes es sin duda la costumbre indígena, reforzada por influencia africana, que hace danzar exclusivamente a los hombres, aún cuando la danza contenga personajes femeninos. Otra constante es la aparición recurrente de dos personajes: el Pancho y la Minga, pareja a la que las diferentes historias de las danzas atribuyen distintos orígenes y atributos, pero coinciden en representarlos de manera semejante: como un rico ganadero y su esposa. Existe una tercera constante que comparten las danzas de la región con muchas danzas del país: el uso de la máscara. La máscara se usa en México como resultado de hondas raíces tradicionales y le confiere al danzante el sentido definitorio de su arte, tal como lo expresan Tonatiúh Gutiérrez y Elektra Momprade: En la época precortesiana era parte del ritual y estaba íntimamente vinculado al culto de los muertos. Las máscaras representan ya sea diferentes animales, hombres viejos de cabellos blancos y rostros arrugados; sirven también para que el danzante tome la personalidad del europeo, con su rostro blanco y barbado, o bien representan las fuerzas del mal con todos los atributos físicos del demonio. Pero al ponérsela, el danzante siempre oculta su rostro, se despoja de su personalidad de todos los días y con ella de sus inhibiciones normales; se identifica con el ser que representa y por espacio de unas horas se pone a vivir frenéticamente la vida de éste. conosca mas